domingo, 9 de diciembre de 2012

Desgarrado.

Has querido jugar a ser demasiado fuerte. Caes, tropiezas, te rompes, haces que el alma se desgarre como un viejo papel de periódico que jamás nadie ha leído. Por dentro hay cataratas sangrientas de dolor que se anudan con fuerza en el pecho y te oprimen hasta la garganta en busca de la falta de aire para respirar. Si pudieses detener el tiempo pararías las manecillas del reloj para siempre. No vivir más sabiendo que sin saber lo que de verdad deberías haber sabido. Extrañas vocecillas que susurran nombres al azar, que te impiden concienciar el sueño y que galopan en tu espalda como venenosos duendes endiablados capaces de hacer perder la poca cordura que a duras penas ha quedado. Espejos que no reflejan nada cual vampiro acicalado. Mentiras que se amontonan en los cajones de una habitación sin ventanas. ¿Cuanto más va a aguantarlo? Lo suficiente, aunque eso siempre es demasiado. 

Enrevesados los caminos de un corazón que late porque está obligado a ello. Preguntas que se quedarán sin respuesta y respuestas que nunca obtendrán preguntas.  Soluciones radicales que romperán otros corazones inocentes  quizá no tanto. Incapaz de decir lo que sientes por miedo a que ese mismo sentir sea el equivocado. Son esas cosas que nunca hablarán por si solas, esos momentos en los que sabes que se está quemando el alma. ¿Has hecho mal? Puede. Posiblemente no seas la única aquí que se ha equivocado.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Estados de ánimo.

Y se había encerrado en el cajón. Era frío, tan helado como ella, imposible de ser abierto desde dentro, se había desvanecido hasta caer bajo llave dentro del cajón. "Ya no quiero salir" repetía para un público que no podía oírla. "Dejadme morir en paz" murmuraba, desquiciada completamente. Ese momento de dolor interno que te arranca las entrañas secamente y con dolor, tanto que no eres capaz de soportarlo. El húmedo cajón se ceñía debajo de mil capas de desesperación, la locura lo carcomía y el veneno del alma lo enfermaba. Se retorcía de dolor y deseaba cual masoquista mucho más de este creyendo irónicamente que alguna vez se lo había merecido. Y si moría, que fuese por el bien y para el mundo.